Hay cosas que algunas personas hacen que, aunque no lo sepan, nos pueden molestar bastante. Por ejemplo, interrumpir constantemente cuando estamos hablando. Es como si no pudieran esperar a que termine de expresar lo que pienso. También está el egoísmo, cuando alguien solo habla de sí mismo y no muestra ni un poquito de interés en lo que los demás tienen que contar. Como si el mundo girara solo en torno a ellos.
Otro tema es la deshonestidad. Cuando alguien miente, incluso en cosas pequeñas, es como si algo dentro de ti se rompiera. La confianza es clave en cualquier relación, y cuando se pierde, todo se tambalea. Y hablando de eso, la gente que no cumple sus promesas también puede ser difícil de soportar. Nada más molesto que esperar algo de alguien y que nunca llegue, ¿no?
También están los pesimistas crónicos, esas personas que todo lo ven gris y que parecen disfrutar quejarse de todo. Es como una nube oscura constante. Y no nos olvidemos de los que invaden tu espacio personal, esos que no captan la indirecta de que necesitas algo de espacio, ya sea físico o emocional.
Algunos también tienen la costumbre de hablar sin escuchar, como si sus pensamientos fueran más importantes que lo que los demás tienen para decir. Eso sí que puede resultar agotador. Y, ¿qué tal los que siempre llegan tarde? No importa cuántas veces les digas que el tiempo de los demás también cuenta, parece que la puntualidad no es lo suyo.
Hablar demasiado sobre temas incómodos también es un clásico. Nadie quiere tener una charla profunda sobre política o religión si no estás listo para ello. Y los que se dedican a criticar sin parar, siempre con algo negativo que decir, definitivamente no hacen que la conversación sea amena.
Y sí, hay quienes son demasiado sarcásticos, lo que, en lugar de hacer reír, solo genera incomodidad. ¿Y los que nunca escuchan? Hablan sin parar de sí mismos y parece que no les interesa lo que el otro tiene que decir.
Finalmente, la intolerancia es uno de los mayores desafíos. Las personas que no respetan las diferencias de los demás, ya sea por cultura, religión o simplemente por opiniones distintas, pueden hacer que el ambiente se vuelva muy pesado.
Esos pequeños gestos y actitudes pueden crear barreras invisibles que nos separan, incluso si no es la intención de la persona. A veces solo necesitamos un poco de consideración y empatía para hacer que las cosas fluyan mejor.