Las várices no son solo un tema estético. Son una señal de que algo en nuestro sistema circulatorio no está funcionando como debería. Aunque solemos asociarlas con factores como la edad o la herencia, la verdad es que hay muchas causas ocultas que podrías estar ignorando sin saberlo. Y reconocerlas a tiempo puede marcar la diferencia entre prevenirlas o vivir con sus molestias de por vida.
Entendiendo las várices desde adentro
Las várices se forman cuando las válvulas de las venas, que deberían ayudar a que la sangre fluya de regreso al corazón, dejan de funcionar correctamente. Esto provoca que la sangre se acumule, haciendo que las venas se dilaten y se vuelvan visibles bajo la piel, especialmente en las piernas.
Pero más allá de lo que vemos, hay una historia más profunda. Muchas de las causas están relacionadas con nuestros hábitos diarios, el estrés, la alimentación y hasta nuestra postura.
Sedentarismo disfrazado de rutina
Una de las causas más comunes y a la vez más ignoradas es el sedentarismo. Y no hablamos solo de no hacer ejercicio, sino de pasar muchas horas sentadas o de pie sin moverse. Esto incluye trabajos de oficina, estar frente a la computadora o incluso jornadas largas de pie como en profesiones de salud o comercio.
Consejo práctico:
Haz pausas activas cada hora. Levántate, estírate, camina unos minutos. Si trabajas sentadx, eleva tus piernas de vez en cuando para favorecer el retorno venoso.
Uso excesivo de ropa ajustada
La moda también puede jugar en contra de tu circulación. Usar pantalones demasiado ajustados, fajas por tiempo prolongado o prendas que presionan ciertas zonas del cuerpo puede dificultar el flujo sanguíneo y empeorar los síntomas de las várices.
Consejo práctico:
Opta por ropa que te permita moverte con libertad. Las prendas compresivas deben ser médicas y estar indicadas por especialistas, no ser sustituidas por fajas de moda.
Alimentación baja en fibra y agua
Una dieta pobre en fibra puede provocar estreñimiento crónico, lo cual aumenta la presión en el abdomen y afecta el flujo venoso de las piernas. Esto, sumado a una hidratación insuficiente, crea el escenario perfecto para que aparezcan o empeoren las várices.
Consejo práctico:
Incluye alimentos ricos en fibra como frutas, vegetales, granos enteros y legumbres. Bebe al menos dos litros de agua al día y reduce el consumo de sal y alimentos ultraprocesados.
El factor emocional que nadie menciona
El estrés también tiene un papel más importante del que creemos. Cuando vivimos en constante tensión, nuestros vasos sanguíneos se contraen, dificultando el flujo sanguíneo. Además, el estrés puede llevarnos a adoptar hábitos poco saludables que influyen directamente en nuestra circulación.
Consejo práctico:
Incorpora actividades que te ayuden a liberar tensión como caminar, practicar yoga, escribir un diario o simplemente desconectarte de las pantallas durante algunas horas al día.
El calzado también importa
Los tacones altos y el calzado sin soporte afectan directamente el trabajo de tus piernas y venas. Caminar durante muchas horas con zapatos inadecuados puede interferir en el retorno venoso y aumentar el riesgo de várices.
Consejo práctico:
Elige zapatos con buena amortiguación y soporte. Si amas los tacones, réservalos para ocasiones especiales y no olvides estirar tus piernas al final del día.
Historia real: el caso de Laura
Laura tiene 35 años y trabaja como enfermera. Comenzó a notar molestias en las piernas y venas visibles que antes no tenía. Pensó que era cuestión de edad, hasta que una visita al especialista le hizo ver la realidad: el estrés, las guardias de pie y la falta de pausas activas eran los verdaderos responsables.
Hoy, con cambios simples como mejorar su alimentación, usar medias de compresión adecuadas y hacer pausas de movimiento, ha logrado aliviar gran parte de sus síntomas.
Escuchar a tu cuerpo es el primer paso
Las várices no aparecen de la noche a la mañana. Son el reflejo de hábitos que pueden cambiarse, de decisiones que podemos transformar. Conociendo sus causas ocultas, es posible prevenirlas o al menos aliviar sus efectos de forma natural y consciente.
Tu cuerpo te habla todos los días. Escúchalo, cuídalo y recuérdalo: los pequeños cambios cotidianos son los que crean un gran bienestar a largo plazo.