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Esto es lo que realmente te impide empezar a hacer ejercicio aunque tengas toda la intención

El deseo está, pero el cuerpo no responde

Te levantas con la firme intención de hacer ejercicio. Te lo prometes cada domingo por la noche y hasta visualizas tu rutina ideal. Sin embargo, llega el lunes y, sin darte cuenta, pospones una vez más esa primera sesión. ¿Te suena familiar? Si es así, no estás sola ni solo. Muchas personas quieren activarse físicamente, saben los beneficios que esto trae para su salud, pero simplemente no logran dar el primer paso.

Más allá de la pereza: los verdaderos bloqueos invisibles

La mayoría de las veces, no se trata de falta de ganas o disciplina. Detrás de esta dificultad se esconden barreras emocionales, mentales y hasta sociales que no siempre identificamos:

1. Expectativas poco realistas

Nos planteamos metas demasiado grandes desde el inicio. Queremos pasar de cero a entrenar cinco veces por semana, y eso abruma. Un ejemplo común: Marta, una madre de dos hijas, se propuso hacer una hora diaria de ejercicio, pero tras dos intentos fallidos se sintió culpable y renunció. ¿La solución? Empezar con 10 minutos diarios y celebrar cada avance.

2. Perfeccionismo paralizante

Muchas personas esperan tener todo perfecto para comenzar: la ropa deportiva ideal, el gimnasio perfecto, la rutina diseñada por un profesional. Este perfeccionismo bloquea el arranque. Un caso común es el de Carlos, que no quería salir a correr hasta tener los tenis “adecuados”. El cambio ocurrió cuando decidió salir con lo que tenía.

3. Miedo al juicio

Sentir que no encajamos en un gimnasio o que otras personas nos observarán con juicio puede frenar nuestras ganas. Este miedo social se disipa al elegir espacios cómodos o al comenzar con rutinas en casa.

El poder de lo pequeño: estrategias para dar el primer paso

Cambia el enfoque de “deber” a “elegir”

En lugar de decir “tengo que hacer ejercicio”, prueba con “elijo mover mi cuerpo porque me hace bien”. Este cambio sutil activa la motivación interna.

Apóyate en los hábitos ancla

Asocia el ejercicio con una actividad que ya haces. Por ejemplo: después del café de la mañana, haces 10 minutos de estiramientos. Esto crea un vínculo mental que facilita la constancia.

Redefine qué significa “hacer ejercicio”

No todo debe ser intenso o largo. Bailar en casa, caminar al mercado, jugar con tu mascota también cuentan como movimiento. Lo importante es moverse, no hacerlo “perfecto”.

Ejemplos de inicio real y sostenible

  • Valeria, diseñadora gráfica, comenzó haciendo sentadillas durante las pausas de su jornada. Hoy hace 20 minutos diarios de ejercicio funcional en casa.
  • Luis, oficinista de 50 años, eligió subir escaleras en lugar de usar el elevador. Después de 3 semanas, incorporó caminatas de 30 minutos por la tarde.
  • Sofía, estudiante, creó una playlist motivadora y baila en su cuarto tres veces por semana. Ese simple hábito la mantiene activa y feliz.

Cierre: El primer paso no tiene que ser perfecto, solo tiene que ser real

Empezar a hacer ejercicio no es cuestión de fuerza de voluntad infinita, sino de estrategia, autoconocimiento y compasión. No necesitas cambiar toda tu vida de un día para otro, solo comprometerte contigo un poco cada día.

Recuerda: no estás fallando, estás descubriendo lo que sí funciona para ti. Y eso ya es un gran avance. Hoy puede ser el día en que no empieces a correr una maratón, pero sí en el que decidas estirarte al despertar. Y eso, también cuenta.