Hay momentos en los que te despiertas y sientes que vas en automático. El cuerpo se mueve, haces lo que tienes que hacer, cumples con las responsabilidades… pero por dentro, algo no encaja. Te sientes desconectada. Lejana de ti misma. Como si hubieras perdido la brújula que guía tus decisiones y tus emociones.
No eres la única. Esta sensación le pasa a muchas mujeres, sobre todo en esa etapa entre los 28 y los 40 años, donde las exigencias de la vida adulta —trabajo, relaciones, familia, expectativas sociales— pueden hacer que pongamos el piloto automático y olvidemos lo esencial: cuidarnos desde adentro.
Volver a ti no significa dejar todo y mudarte al campo. Significa crear espacios internos para escucharte, reconectar con tu energía, y recordar quién eres cuando nadie te está mirando. Este post es una invitación a regresar a ti misma a través de rituales, pausas conscientes y prácticas sencillas pero transformadoras.
Escúchate en el silencio
En una rutina llena de ruido externo, lo más valioso que puedes hacer es regalarte momentos de silencio. No para llenarte de pensamientos, sino para escucharte de verdad. ¿Qué estás sintiendo hoy? ¿Qué necesita tu cuerpo, tu corazón, tu mente?
Basta con cinco minutos al día. Apaga el móvil, cierra la puerta, siéntate o recuéstate en un lugar cómodo y pon una mano sobre el pecho. Respira. No intentes controlar nada. Solo observa. A veces, el simple acto de detenernos ya es un acto de amor propio.
Escucharte en el silencio es como afinar un instrumento. Te permite reconocer si estás desentonando con tu vida y qué cambios sutiles puedes hacer para volver al equilibrio.
Reconecta con tus placeres simples
Volver a ti también implica reconectar con lo que te hace bien. ¿Recuerdas qué te hacía sentir viva antes de que todo se volviera tan serio? Tal vez bailar en casa, leer poesía, cocinar sin prisa, caminar descalza, escribir por placer o simplemente mirar el cielo.
Haz una lista de 10 placeres sencillos. Cosas que no cuesten dinero, que no dependan de nadie más. Y comprométete a regalártelos cada semana, como un acto de lealtad contigo misma.
Recuperar esos pequeños placeres no solo te da alegría. Te recuerda que mereces vivir con gusto, no solo sobrevivir al día.
Crea un espacio sagrado solo para ti
No necesitas un templo budista ni una casa gigante. Basta un rincón en tu hogar que te inspire paz. Puede ser una esquina con una vela, un cojín cómodo, una planta y un cuaderno. Lo importante es que sea un espacio que te invite a pausar y volver a ti.
Usa ese rincón para respirar, meditar, escribir, tomar tu té favorita o simplemente cerrar los ojos. Hazlo sin culpa. Porque cuando tú estás bien, todo a tu alrededor fluye mejor.
Este espacio se convierte en un ancla. Un recordatorio físico de que tu bienestar importa.
Aprende a soltar sin culpas
Muchas veces, la sensación de haber perdido el rumbo viene de cargar con cosas que ya no nos corresponden: relaciones que duelen, expectativas ajenas, hábitos que nos drenan, pensamientos que nos sabotean.
Volver a ti también es soltar. Elegir qué ya no quieres cargar. Pregúntate: ¿esto me acerca o me aleja de la persona que quiero ser? Y si la respuesta es alejar, ten la valentía de dejarlo ir.
Soltar no es rendirse. Es liberarte del peso que te impide volar.
Celebra tu versión imperfecta
No necesitas tener todo resuelto para merecer tu propia atención. No tienes que estar “lista”, ni verte de cierta forma, ni haber cumplido todos tus objetivos para volver a ti. Puedes hacerlo desde donde estás, tal como estás.
Deja de posponer el amor propio para “cuando tengas más tiempo”, “cuando bajes de peso”, “cuando estés menos estresada”. La versión imperfecta de ti también merece cuidado, presencia y ternura.
Habitarte con amor en lo cotidiano es una revolución silenciosa. Y es ahí, en esa imperfección abrazada, donde empieza la verdadera transformación.
Tu brújula siempre estuvo contigo
Volver a ti no es un destino. Es una práctica diaria. Un compromiso suave pero firme con tu bienestar. Es hacer de ti misma un lugar seguro. Y cada vez que eliges escucharte, mimarte, soltar lo que pesa y reconectar con lo que te hace bien, estás dando un paso de regreso a casa.
Porque al final del día, tú eres tu mejor refugio.
¿Y si hoy fuera el día en que decides regresar?